miércoles, 9 de marzo de 2011

LAS CULTURAS QUE SE RESISTEN A DESAPARECER



ATENEO DE LENGUA Y CULTURA GUARANI
Maitei horyvéva opavavépe
David Galeano Olivera

LAS CULTURAS QUE SE RESISTEN A DESAPARECER
Por Anibal Modesto Velázquez – Publicado en ABC Color: 6-03-2011
Leer (hacer clic) en: http://dgaleanolivera.wordpress.com/las-culturas-que-se-resisten-a-desaparecer/

Hasta poco antes de la conquista, eran los dueños absolutos de estas tierras. Los engaños, en cambio, hicieron que cedieran a las pretensiones de los occidentales, a tal punto que cuando se dieron cuenta, ya estaban encomendados. Era el inicio de la larga marginación y de la dependencia de la “cultura superior”. Ellos son los indígenas del Paraguay, que en la óptica del respetado médico y antropólogo Sinforiano Rodríguez, siguen atropellados en sus derechos como en tiempos de la conquista. En esta nota sostiene: “Hay mucho que devolverles a ellos”.
En su relato, Rodríguez sostiene que cuando llegaron los conquistadores al “paragua’y” de los carios, allí estaba una tribu sedentaria, agricultora, recolectora, pacífica, que los vieron como excelentes aliados para su eterna lucha contra los pámpidos chaqueños: los guaicurúes. Los tomaron como tovaja (cuñado), entregaron sus mujeres y les dieron víveres. Esta alianza, sin embargo, no duró mucho porque pronto se dieron cuenta que en vez de ser tovaja, iban a ser esclavos, gente sujeta al dominio español. Por eso, a los dos años, un Jueves Santo, ya vino una gran rebelión. Se alzaron unos 8.000 indígenas dispuestos a terminar con el dominio español. La famosa india Juliana delató la conspiración a los españoles y en represalia fueron ajusticiados los líderes y se aplastó la primera rebelión. Según el indigenista, esta rebelión no fue la única porque hasta 1660 hubo otros levantamientos indígenas porque no querían ser esclavos.
Rodríguez comentó que para el gran antropólogo brasileño Darcy Ribeiro, la única nación mestiza es la paraguaya en toda América Latina, porque los españoles llegaron sin mujeres, se unieron e hicieron nacer el mestizo. Cuarenta años después, los mancebos de la tierra eran la población mayoritaria. Domingo Martínez de Irala diferenció el mestizo paraguayo, de padre español y el indígena y de los descendientes de los nativos. Tanto así que un año antes de morir, ya hizo la primera encomienda: 20.000 indígenas eran explotados por 300 españoles.
Preguntado si hubo algún aporte de los indígenas a los hechos de la Independencia, indicó que de ninguna manera porque fue un hecho gestado por los nuevos paraguayos. En esa época, los aborígenes eran marginados de la política, como ocurre hasta hoy.
Resaltó que al momento de la independencia, la suerte de los indígenas variaba mucho en los pueblos regidos por los franciscanos y jesuitas.
La gran república jesuita, por ejemplo, con más de 30 pueblos, tenían una vida mucho más próspera y duró prácticamente 150 años. El mejor momento fue cuando estuvieron en las reducciones jesuíticas, hasta que fueron expulsados y quedaron sus ruinas. Hoy, en cambio, se dice que la misionalización franciscana fue más influyente en la manera de ser del campesino paraguayo, que la misionalización jesuita.
En la era de López
Durante el gobierno de Carlos Antonio López –según Rodríguez–, hubo una gran persecución a los pueblos indígenas. Se clausuraron sus pueblos. Se les quitó los apellidos españoles, así como la autoridad sobre sus tierras. “Ellos tenían un uso colectivo de la tierra que la República del Paraguay recién reconoció un siglo y medio después en 1981 cuando se promulga la Ley 904, Estatuto de las Comunidades Indígenas”, remarcó.
Al referirse a otro período de la historia, relató que cuando el Cnel. Franco avanzaba hacia el Parapití, se encontró con los indígenas guaraníes del Chaco y les prometió tierra. Cayó a los 18 meses y nunca pudo cumplir su promesa. Esos indígenas guaraníes fueron paraguayófilos durante la Guerra con Bolivia. Se sentían más paraguayos que bolivianos porque hablaban el guaraní y ayudaban a las tropas para vencer el agreste Chaco. Ellos fueron los guarayos.
Persecuciones
Las persecuciones fueron el drama que siempre soportaron los indígenas. En ese sentido, resaltó que en el caso de los ayoreos, que eran bravos, celosos de su territorio, se defendían a muerte. Es así que al soldado que mataba a un moro hasta 1960 se le daba la baja como premio.
Los achés, en cambio, en su vida salvaje, consideraban que las frutas natural y cultivada eran de todos. Robaban mandioca como si fuera fruto de la naturaleza. Y eran cazados, matados como fieras perjudiciales. No porque contraatacaban, sino porque robaban los productos de los agricultores. Dentro de su mentalidad, creían que eran frutos de la tierra. “Ellos no tenían la agresividad de los ayoreos y la única forma de apoderarse de sus tierras era exterminándolos”, apuntó.
Volviendo nuevamente al período de la conquista, mencionó que poco quedaron de las etnias como los carios, payaguás y guaicurúes; los que sobrevivieron fueron adaptándose. Por ejemplo, la última payaguá fue Petrona Payaguá, quien vivió en la Chacarita.
Los payaguás, por ejemplo, eran considerados los piratas del río y fueron exterminados por peligrosos. Gaspar Rodríguez de Francia no tuvo contemplación de ellos, porque no solo defendían sus tierras, sino también entraban con malones a robar mujeres en la región Oriental.
Su presente
Al referirse a la situación jurídica actual, dijo que ganaron el Estatuto de las Comunidades Indígenas en 1981. Es considerada una legislación avanzada, luego lograron el postulado constitucional en el Capítulo V, que es muy recitado. Por ejemplo, reconoce a los indígenas como anteriores a la formación del Estado. Es muy lindo, pero cuando uno ve a indígenas pidiendo tierra u ocupando plazas, evidentemente se nota que no se cumple.
“Hay mucho que devolverles a ellos. Cuando no había la invasión de los sojales, los mbya y los ava guaraní tenían tierras para vivir. Sin embargo, con la expansión de la agricultura mecanizada y la política migratoria del Brasil, cuyos bancos les daban plata, para comprar tierras cruzando el Paraná, los indígenas se sintieron invadidos y se desplazaron, así como los campesinos, quienes al sentirse invadidos por los sojales, también huyeron. “El Alto Paraná y sus alrededores son actualmente una porción del Brasil”, resaltó.
Territorio
En cuanto al acceso actual a la tierra, apuntó que aún hay un enorme débito con ellos, porque siendo un poco más del dos por ciento de la población (110.000 habitantes) y con una riqueza cultural inigualable, siguen siendo mendigos en la calle. “Así vemos niñas de 12 años prostituyéndose. Se les ha despojado de sus tierras”, indicó.
Preguntado qué opina de la corriente que quiere incorporarlo a la cultura occidental porque considera que ya no es el momento de que vivan como salvajes, indicó que esa es una concepción falsa. Entonces, hay que incorporarlos respetando su cultura y su territorio. Los pãi tavyterã han recibido sus tierras ancestrales, pero en forma insuficiente.
Mencionó que la historia de la cultura, 7.000 a 8.000 años atrás, nos dice que no hay cultura estática. Grecia, la cuna de la cultura, tuvo su época brillante, hoy es un país lleno de problemas, de revueltas y con una gran crisis económica. “Lo único real es que hemos avasallado sus derechos y que no hemos devuelto lo que les corresponde. Es decir, un territorio mínimo donde desarrollar su cultura orientada al mercado económico actual. Sin tierras, ellos están condenados”, remarcó.
Con el paso del tiempo, considera que los nativos siguen siendo rechazados. El paraguayo más humilde y modesto se siente muy superior al indígena. Agregó que cuando trabajó con los indígenas y campesinos, estos últimos le reclamaban por qué daba tanta preferencia a los nativos, y en ese sentido, aún hay un racismo emocional muy fuerte.
Consultado qué futuro podría deparar a los aborígenes ante esa realidad que atraviesan, resaltó que les espera un futuro lleno de problemas y difícil de pronosticar porque aún está en la mente de mucha gente que deben seguir marginados. “Hay etnias que están desapareciendo. Un lingüista alemán se casó con la hija de un cacique angaite con el único objetivo de preservar su idioma como documento de la humanidad”, enfatizó. Hay etnias chaqueñas como los tomarahos, compuestas de 70 personas, que de a poco desaparecen y con ellos el idioma y todos saben que cuando desaparece una lengua también desaparece un pueblo, una cultura.
En otro momento se refirió a las etnias que se están incorporando a la cultura occidental como los maká. Ellos son pámpidos chaqueños. Los trajo Belaieff en 1940 en las cercanías de Asunción. Es una etnia ejemplar y están demostrando que una adaptación tiene un proceso. Ellos mantienen su unidad, cohesión, pagan su seguro social y hasta se organizan para vender su artesanía. Conservan su idioma, sus tradiciones y hasta su solidaridad étnica.
En ese aspecto, apuntó que hay muchos caminos, pero es importante que cada etnia trabaje su futuro y que el Estado les garantice el uso de sus derechos. Si es una etnia agricultora, que tenga su tierra y que se le haga producir rubros para el mercado y que vivan de sus ingresos.
Finalmente reflexionó que el creer que el único camino es renunciar a la identidad es un crimen. Así como la diversidad de las especies contribuyen a la armonía de la naturaleza, la diversidad de la cultura también hace a la armonía universal. Cada cultura tiene su riqueza. No existe una superior y otra inferior; existen culturas diferentes.
La herencia de la cultura Guarani
El Paraguay heredó de la cultura guaraní costumbres que actualmente están muy arraigadas en los nacidos en estas tierras.
Rodríguez enfatizó primero que el núcleo esencial de la identidad paraguaya es sin dudas el idioma guaraní, que a pesar de todas las persecuciones que sufrió bajo la influencia de Sarmiento, después de la Guerra Grande, sigue siendo el idioma de la intimidad y de la confidencia de la mayoría de los connacionales.
Otro aspecto que perduró es la resistencia a aceptar la opinión mayoritaria y no duda en formar un nuevo grupo cuando ve que pierde; y es observable en los partidos políticos. Los guaraníes hacían el aty guasu y duraba dos, tres, cinco o diez días, y si había una mayoría, la minoría no se dejaba doblegar y se retiraba para formar otra carpa.
La búsqueda de la tierra sin mal está también en la conciencia misma del paraguayo. El compatriota migra con relativa facilidad en busca de mejor vida.
Según Rodríguez, la rica sabiduría guaraní en lo referente a las plantas medicinales es otra de las grandes herencias de nuestros antepasados. En ese sentido, resaltó que, después del griego y el latín, en la nomenclatura de las plantas medicinales, el guaraní fue el que más contribuyó a darles nombre a las plantas, porque los indígenas eran profundos conocedores de la naturaleza y de su aplicación médica.
Otras herencias fueron el fuerte espíritu breviario en simpatías políticas y deportivas y el respeto al sacerdote porque tiene el carisma del shamán guaraní. Contrariamente, aborrece al tránsfuga.
Para Rodríguez, el paraguayo vive su presente sin preocuparse mucho de su futuro. En la cultura indígena, la horticultura era parte de su vivencia porque vivían de la cacería y de los árboles frutales, por eso no se preocupaban mucho de acumular. Vivían el presente con holgura, sin preocuparse del mañana. Por eso se cazaba a los aché porque robaban mandioca para comer.
Dos grandes mitos
Con respecto a la nacionalidad comentó que hay dos grandes mitos: el mito guaraní de León Cadogan, que afirma que es preponderante en la identidad paraguaya. En cambio, el antropólogo norteamericano Service y su esposa, quienes vivieron un año en Tobatí, estudiaron el modo de ser campesino, y dijeron que aquí hay mucho más de hispano que guaraní. Por tanto, hay un mito guaraní y otro hispánico. Ambos tienen verdades. Los grandes pilares de la identidad nacional, en cambio, son: el mestizaje precoz, la lengua materna guaraní y la cosmovisión católica de fuerte influencia franciscana.
1- Los achés, en su vida salvaje, consideraban que las frutas del monte y las cultivadas eran de todos. Robaban mandioca como si fuera fruto de la naturaleza. Y eran cazados, matados como fieras perjudiciales.
2- Los ayoreos, que eran bravos, celosos de su territorio, se defendían a muerte. Es así que al soldado que mataba a un moro hasta 1960 se le daba la baja como premio. Algunos cazadores enlazaban a estos nativos para sacarlos del monte.
3- Hay etnias chaqueñas, como los tomarahos, compuestas de 70 personas, que de a poco desaparecen y con ellos el idioma. Todos saben que cuando se extingue una lengua también desaparece un pueblo, una cultura.

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