miércoles, 19 de octubre de 2011

ANTOLOGÍA DE LITERATURA GUARANI: AYVU RAPYTA



ATENEO DE LENGUA Y CULTURA GUARANI

Maitei horyvéva opavavépe

David Galeano Olivera



ANTOLOGÍA DE LITERATURA GUARANÍ

AYVU RAPYTA

Compilador: León Cadogan

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LITERATURA MBYÁ


León Cadogan



La creación:

Las primitivas costumbres del colibrí

El Creador, Ñande Ru, se crea a sí mismo en medio de las

tinieblas originarias. Surge entre ellas con la vara-insignia de su

poder y el reflejo de su corazón que todo lo ilumina. El colibrí,

extraño personaje del poema, parece ser la representación del

Creador mismo que se autosustenta. En otros poemas aparece

claramente el Colibrí como el propio Ñande Ru. La imagen de la

creación retorna cíclicamente sobre la tierra con el curso de las

estaciones.





I

Nuestro Primer Padre, el Absoluto,

surgió en medio de las tinieblas primigenias.

II

Las divinas plantas de los pies,

el pequeño asiento redondo,

en medio de las tinieblas primigenias los creó,

en el curso de su evolución.
III

El reflejo de la divina sabiduría (órgano de la vista)1,

el divino oye-lo-todo (órgano del oído),

las divinas palmas de la mano con la vara-insignia,

las divinas palmas de las manos con las ramas floridas

[(dedos uñas),

las creó Ñamandu en el curso de su evolución,

en medio de las tinieblas primigenias.

IV

De la divina coronilla excelsa las flores del adorno de plumas

[eran gotas de rocío.

Por entre medio de las flores del divino adorno de plumas

el pájaro primigenio, el Colibrí, volaba revolteando.

V

Mientras nuestro Primer Padre creaba en el curso de su

[evolución su cuerpo divino,

existía en medio de los vientos primigenios;

antes de haber concebido su futura morada terrenal,

antes de haber concebido su futuro firmamento,

su futura tierra que originariamente surgieron,

el Colibrí le refrescaba la boca;

el que sustentaba a Ñamandu con productos del paraíso era

[el Colibrí.
VI

Nuestro Padre Ñamandu, el Primero, antes de haber creado

[su futuro paraíso,

en el curso de su evolución,

Él no vio tinieblas:

aunque el Sol aún no existiera,

Él existía iluminado por el reflejo de su propio corazón;

hacía que le sirviese de sol la sabiduría contenida

dentro de su propia divinidad.

VII

El verdadero Padre Ñamandu, el Primero,

existía en medio de los vientos originarios,

en donde paraba a descansar la Lechuza producía tinieblas;

ya hacía que tuviese presciencia del lecho de las tinieblas (de

[la noche).

VIII

Antes de haber el verdadero Padre Ñamandu, el Primero,

creado en el curso de su evolución su futuro paraíso;

antes de haber creado la primera tierra,

Él existía en medio de los vientos originarios.

El viento originario en que existió nuestro Padre se vuelve a

[alcanzar cada vez que se alcanza el tiempo-espacio originario[(invierno),

cada vez que se llega al resurgimiento del tiempo-espacio

[primitivo.

En cuanto termina la época primitiva, durante el florecimiento

[del Lapacho,

los vientos se mudan al tiempo-espacio nuevo:

ya surgen los vientos nuevos , el espacio nuevo;

se produce la resurrección del tiempo-espacio (primavera).


El fundamento del lenguaje humano

El Creador, utilizando su vara-insignia, de la que hizo brotar

llamas y tenue neblina, creó el lenguaje. Este lenguaje, futura

esencia del alma enviada a los hombres, participa de su divinidad.

Crea después el amor al prójimo y los himnos sagrados.

Para formar un ser en el cual depositar el lenguaje, la divinidad, el

amor y los cantos sagrados, crea a los cuatro dioses que no tienen

ombligo y a sus respectivos consortes, que en el futuro enviarán a

la tierra el alma de los hombres.

I

El verdadero Padre Ñamandu, el Primero,

de una pequeña porción de su propia divinidad,

de la sabiduría contenida en su propia divinidad,

y en virtud de su sabiduría creadora

hizo que se engendrasen llamas y tenue neblina.

II

Habiéndose erguido (asumido la forma humana),

de la sabiduría contenida en su propia divinidad,

y en virtud de su sabiduría creadora,

concibió el origen del lenguaje humano.

De la sabiduría contenida en su propia divinidad,

y en virtud de su sabiduría creadora

creó nuestro Padre el fundamento del lenguaje humano

e hizo que formara parte de su propia divinidad.

Antes de existir la tierra,

en medio de las tinieblas primigenias,

antes de tenerse conocimiento de las cosas,

creó aquello que sería el fundamento del lenguaje humano

e hizo el verdadero Primer Padre Ñamandu

que formara parte de su propia divinidad.
III

Habiendo concebido el origen del futuro lenguaje humano,

de la sabiduría contenida en su propia divinidad,

y en virtud de su sabiduría creadora,

concibió el fundamento del amor (al prójimo).

Antes de existir la tierra,

en medio de las tinieblas primigenias,

antes de tenerse conocimiento de las cosas,

y en virtud de su sabiduría creadora,

concibió el origen el amor (al prójimo).

IV

Habiendo creado el fundamento del lenguaje humano,

habiendo creado una pequeña porción de amor,

de la sabiduría contenida en su propia divinidad,

y en virtud de su sabiduría creadora

el origen de un solo himno sagrado lo creó en su soledad.

Antes de existir la tierra,

en medio de las tinieblas originarias,

antes de conocerse las cosas,

creó en su soledad (para sí mismo) el origen de un himno

[sagrado.

V

Habiendo creado, en su soledad, el fundamento del lenguaje

[humano;

habiendo creado, en su soledad, una pequeña porción de amor;

habiendo creado, en su soledad, un corto himno sagrado,

reflexionó profundamente sobre a quién hacer partícipe

del fundamento del lenguaje humano;

sobre a quién hacer partícipe el pequeño amor (al prójimo);

sobre a quién hacer partícipe de las series de palabras

que componían el himno sagrado.


Habiendo reflexionado profundamente,

de la sabiduría contenida en su propia divinidad,

y en virtud de su sabiduría creadora,

creó a quienes serían compañeros de su divinidad.

VI

Habiendo reflexionado profundamente,

de la sabiduría contenida en su propia divinidad,

y en virtud de su sabiduría creadora,

creó a los Ñamandu de corazón valeroso.

Los creó simultáneamente con el reflejo de su sabiduría (el

[Sol).

Antes de existir la tierra,

en medio de las tinieblas originarias,

creó al Ñamandu de corazón grande.

Para padre de sus futuros numerosos hijos,

para verdadero padre de las almas de sus futuros numerosos

[hijos,

creó al Ñamandu de corazón grande.

VII

A continuación,

de la sabiduría contenida en su propia divinidad,

y en virtud de su sabiduría creadora,

al verdadero padre de los futuros Karaí,

al verdadero padre de los futuros Jakaira,

al verdadero padre de los futuros Tupá

les impartió conciencia de la divinidad.

Para verdaderos padres de sus futuros numerosos hijos,

para verdaderos padres de las palabras-almas de sus futuros

[numerosos hijos,

les impartió conciencia de la divinidad.
VIII

A continuación,

el verdadero Padre Ñamandu,

para situarse frente a su corazón,

hizo conocedora de la divinidad

a la futura verdadera madre de los Ñamandu.

Karaí Ru Ete hizo conocedora de la divinidad

a quien se situaría frente a su corazón,

a la futura verdadera madre de los Karaí.

Jakaira Ru Ete, de la misma manera,

para situarse frente a su corazón,

hizo conocedora de la divinidad

a la verdadera madre Jakaira.

Tupá Ru Ete, de la misma manera

a la que situaría frente a su corazón,

hizo conocedora de la divinidad

a la verdadera futura madre de los Tupá.

IX

Por haber ellos asimilado la sabiduría divina

de su propio Primer Padre;

después de haber asimilado el lenguaje humano;

después de haberse inspirado en el amor al prójimo;

después de haber asimilado las series de palabras del himno

[sagrado;

después de haberse inspirado en los fundamentos de la sabiduría

[creadora,

a ellos también llamamos excelsos verdaderos padres de las

[palabras-almas;

excelsas verdaderas madres de las palabras-almas.

La primera tierra

Ñande Ru crea la primera tierra, sustentándola con cuatro

columnas, varas-insignias, que aseguran su estabilidad. A esta

primera tierra original envía a los hombres y a la víbora, a la

pequeña cigarra roja, el coleóptero girínido y-amaí, a la perdiz

grande y al armadillo. Al destruirse la primera tierra, los hombres

virtuosos se elevaron al cielo, donde conservaron su figura;

los trasgresores de la ley divina subieron también, pero transformados

en seres irracionales. Los animales que ahora viven sobre

la tierra no son sino imágenes de los prototipos celestiales, esto

es, de los hombres transformados en animales y de los animales

mencionados, que desde su origen tuvieron la forma actual.

El Creador, antes de retirarse nuevamente a las tinieblas,

encomendó a los grandes dioses creados y no engendrados al

cuidado de la tierra. A Karaí, dios del fuego, encargó el crepitar

de llamas, los truenos que se escuchan en el Oriente, principalmente

en la primavera, y que inspiran fervor a los hombres. Este

dios y su consorte serán los que envíen las almas de hombres y

mujeres que llevarán el nombre sagrado de “Señores dueños de

las llamas”. A Jakaira confirió el mando de la neblina vivificante,

para que hombres y mujeres enviados por él y su consorte sean los

“Dueños de la neblina”, que otorga sabiduría y poder para conjurar

maleficios. A Tupá, dios de las aguas, y a su esposa encargó

la lluvia y el granizo que darán templanza y moderación a sus

hijos.

Después de esto inspiró a los verdaderos padres de las palabras-

almas el himno sagrado para que lo enviaran a la tierra. A

ellos, para que formaran a los hombres; a ellas, para que dieran

vida a las mujeres.

I

El verdadero Padre Ñamandu, el Primero,

habiendo concebido su futura morada terrenal,

de la sabiduría contenida en su propia divinidad,
y en virtud de su sabiduría creadora,

hizo que en la extremidad de su vara fuera engendrándose

[la tierra.

Creó una palmera eterna en el futuro centro de la tierra;

creó otra en la morada de Karaí (Oriente);creó una palmera

[eterna en la morada de Tupá (poniente);

en el origen de los vientos buenos creó una palmera eterna;

en los orígenes del tiempo espacio primigenio creó una

[palmera eterna;

cinco palmeras eternas creó;

a las palmeras eternas está asegurada la morada terrenal.

II

Existen siete paraísos;

el firmamento descansa sobre cuatro columnas;

sus columnas son varias insignias.

Al firmamento que se extiende con vientos

lo empujó nuestro Padre, enviándolo a su lugar.

Habiéndole colocado primeramente tres columnas al

[paraíso,

éste se movía aún;

por este motivo le colocó cuatro columnas de

[varas-insignias;

sólo después de esto estuvo en su debido lugar,

y ya no se movía más.

III

El primer ser que ensució la morada terrenal fue la víbora

[originaria;

no es más que su imagen la que existe ahora en nuestra

[tierra;

la serpiente originaria genuina está en las afueras del paraíso

[de nuestro Padre.

El primer ser que cantó en la morada terrenal de nuestro

[Primer Padre,

el que por primera vez entonó su lamentación en ella,

fue la “yrypa”, la pequeña cigarra colorada.

La cigarra colorada está en las afueras del paraíso de nuestro

[Padre:

es solamente la imagen de ella la que queda en la morada

[terrenal.

Pues bien, el “y-amaí” es el dueño de las aguas, el hacedor

[de las aguas.

El que existe en nuestra tierra ya no es el verdadero:

el verdadero está en las afueras del paraíso de nuestro

[Padre;

ya no es más que su imagen el que actualmente existe en

[nuestra tierra.

Cuando nuestro Padre hizo la tierra

he aquí que era todo bosques, dicen que campos no había.

Por este motivo, y para que trabajase en la formación de las

[praderas,

envió al saltamontes verde.

En donde el saltamontes clavó originariamente su

[extremidad inferior

se engendraron matas de pasto:

solamente entonces aparecieron las praderas.

El saltamontes celebró con sus chirridos la aparición de los

[campos.

El saltamontes originario está en las afueras del paraíso de

[nuestro Padre:

el que queda ahora no es más que una imagen suya.

En cuanto aparecieron los campos,

la primera en entonar en ellos su canto,

la primera en celebrar su aparición,

fue la perdiz colorada.

La perdiz colorada que por primera vez entonó sus cantos

[en las praderas

está ahora en las afueras del paraíso de nuestro Padre:
La que existe en la morada terrenal no es más que su imagen.

El primero en remover la tierra en la morada terrenal de

[nuestro Padre

fue el armadillo.

Ya no es el verdadero armadillo el que existe hasta el presente

[en nuestra tierra:

éste ya no es más que su simple imagen.

La dueña de la tinieblas es la Lechuza.

Nuestro Padre el Sol es dueño del amanecer.

Nuestro Primer Padre está por internarse

en las profundidades del paraíso;

en vista de ello así habló:

—Solamente tú, Karaí Ru Ete,

las hileras de llamas inasequibles en que yo me inspiro

las harás vigilar por intermedio de tus hijos,

los Karaí valerosos.

Por consiguiente,

haz que ellos se llamen “los Señores dueños de las llamas”.

Di: “Ellos vigilarán aquello que ha de producir el ruido de

[crepitar de llamas”.

Cada primavera haz que se solivien las hileras de llamas

[para que escuchen el ruido de crepitar de llamas

los bien amados que llevan la insignia de la masculinidad,

las bien amadas que llevan el emblema de la feminidad.

Después de estas cosas, dijo a Jakaira Ru Ete:

—Bien, tú vigilarás la fuente de la neblina

que engendra las palabras inspiradas.

Aquello que yo concebí en mi soledad,

haz que lo vigilen tus hijos

los Jakaira de corazón grande.

En virtud de ello que se llamen

“Dueños de la neblina de las palabras inspiradas”,

di a ti mismo.

Después de estas cosas,

a Tupá Ru Ete le habló en esta forma:

—Tú tendrás a tu cargo el extenso mar

y las ramificaciones del extenso mar en su totalidad.

Yo haré que tú te inspires en las leyes

mediante las que se refrescará la divinidad.

Por consiguiente,

tú enviarás repetidamente a la morada terrenal

por intermedio de tus hijos los Tupá de corazón grande,

aquello que refresca,

para nuestros bien amados hijos,

nuestras bien amadas hijas.

El verdadero Padre Ñamandu, el Primero,

estando por hacer descender a la morada terrenal

la ciencia buena para las generaciones

de los que llevan la insignia de la masculinidad,

el emblema de la feminidad,

a Jakaira Ru Ete dijo:

—Bien, en primer lugar,

alojarás en primer lugar en la coronilla

de nuestros hijos y nuestras hijas

la neblina (vivificante).

Cada vez que retorne la primavera

harás circular, por intermedio de tus hijos,

los Jakaira de corazón grande,

la neblina por la morada terrenal.

Únicamente en virtud de ella

podrán nuestros hijos, nuestras hijas prosperar.

—Karaí Ru Ete,

tú también harás que las llamas sagradas se alojen

en nuestros amados hijos, en nuestras amadas hijas.

—Por esto, mi hijo Tupá Ru Ete,

aquello que yo concebí para refrescamiento (moderación)

haz que se aloje en el centro del corazón

de nuestros hijos.
Únicamente así los numerosos seres

que se erguirán en la morada terrenal,

aunque quieran desviarse del verdadero amor,

vivirán en armonía.

Únicamente mediante aquello que refresca (moderación),

las leyes que pronuncié para regir el amor

no producirán excesivo calor

en nuestros futuros amados hijos

en nuestras futuras amadas hijas.

Habiendo Ñamandu Ru Ete, el Primero,

designado por sus respectivos nombres

a los verdaderos padres de sus futuros hijos,

a los verdaderos padres de las palabras (almas)

de sus futuros hijos,

cada uno de ellos en su respectiva morada (dijo):

—Después de estas cosas,

después de haber hecho que os llaméis por vuestros

[nombres,

cada uno de vosotros, en vuestras respectivas moradas,

concebiréis las leyes que regirán en la tierra

a los que llevan la insignia de la masculinidad

y el emblema de la feminidad.

Después de estas cosas,

inspiró el canto sagrado del hombre

a los verdaderos primeros padres de sus hijos,

inspiró el canto sagrado de la mujer

a las primeras madres de sus hijas,

para que después de esto, en verdad,

prosperaran quienes se erguirían

en gran número en la tierra.

Las llamas y la neblina del poder creador

Kuaa-ra-ra es una de las palabras sagradas que no son pronunciadas

por los mbyás frente a los extraños. Su significado

literal es “poder creador de la sabiduría”. Junto con las palabras

tataendy y tatachina, que quieren decir respectivamente “llamas”

o “manifestación visible de la divinidad” y “tenue neblina” o

“neblina vivificante que infunde vitalidad a todos los seres”, se

integra uno de los conceptos más elevados de la religión guaraní;

pero a tal punto incomprensible en su cabal significado que es

uno de los misterios que los dioses revelarán a los hombres verdaderamente

fervorosos.

En virtud de su condición divina dicen (los dioses):

“Las llamas y la neblina del poder creador”.

Fue el primer Ñamandu quien hizo que se engendrase

aquello que se convertiría en esta cosa (kuaa-ra-ra) como

[parte de su ser.

En la morada terrenal,

ni los mejores entre los que llevan la insignia de la

[masculinidad,

ni las mejores que llevan el emblema de la feminidad

las llegarán a conocer;

ello es cosa inasequible.

De esta cosa, sin embargo,

a los que se dedican a orar con verdadero fervor,

les divulgarán (los dioses) por qué es que dicen

“las llamas y la neblina del poder creador”.

Fue en virtud de ello que nuestro Padre

asentó en el mismísimo centro de su corazón

el origen de la excelsa palabra

que originariamente engendró

(a la que originalmente puso fundamento).

A esta cosa llaman

“las llamas y la neblina del poder creador”.

En virtud de ella,

en virtud de haberla puesto en pie simultáneamente

con la fuente de luz de su corazón y el Sol,

para que en toda la extensión de la tierra y del firmamento

no hubiera absolutamente nada que escapase a su vista,
a aquello que creó como parte de sí mismo

y en virtud de su decir (Verbo)

“las llamas y la neblina del poder creador,

el Sol de la Divinidad”,

la llamó el verdadero Padre Ñamandu, el Primero.

Se está por dar asiento a un ser para alegría de los bien

amados

El Creador da instrucciones a los dioses creados y no engendrados

para que envíen las palabras-almas a la tierra, a fin de que

encarnen en los cuerpos de los recién nacidos. Da a los dioses el

consejo de que deberán impartir a cada palabra-alma a fin de que

el nuevo ser tenga la suficiente fortaleza para enfrentarse a las

adversidades de la vida.

—Cuando está por tomar asiento (nacer)

un ser que alegrará a los que llevan la insignia de la

[masculinidad,

el emblema de la feminidad,

envía a la tierra una palabra-alma buena para que se

[encarne,

dijo nuestro Primer Padre

a los verdaderos padres de las palabras-almas de sus hijos.

—Por consiguiente,

la palabra-alma buena que a nuestra tierra enviares para

[que se encarne,

en esta forma le aconsejarás discretamente,

repetidas veces:

“Bien, irás tú, hijito de Ñamandu

(de Karaí, Jakaira o Tupá),

considera con fortaleza la morada terrenal;

y aunque todas las cosas, en su gran diversidad,

horrorosas se irguieren,

tú debes afrontarlas con valor”.

El diluvio

Cuando los dioses destruyeron la primera tierra, Yvy

Tenondé, los hombres que la habitaban ascendieron a los cielos.

Los virtuosos, para continuar allá en su forma humana; los trasgresores

de la ley divina, convertidos en irracionales. El Señor

Incestuoso, después de danzar, orar y cantar con todo fervor,

pudo al fin alcanzar la perfección y habitar entre los hombres virtuosos,

los dioses menores.

Los habitantes de la primera tierra

ya han alcanzado todos el estado de indestructibilidad.

Los que rezaron en buena forma,

los que poseyeron entendimiento,

han alcanzado la perfección,

se dirigen hacia su futura morada.

Ellos mismos crean sus moradas de tierra eterna

en la morada de los dioses menores.

Los que carecieron de entendimiento,

los que se inspiraron en la mala ciencia,

los que trasgredieron contra los situados encima de nosotros,

se fueron en mala forma,

sufrieron la metempsicosis.

Hay quienes se convirtieron en pájaros,

en ranas, en escarabajos;

en venado convirtió Nuestro Padre a la mujer que había

[hurtado:

únicamente viviendo de acuerdo

a los preceptos dejados por nuestros buenos padres

hemos de prosperar.

El Señor Incestuoso trasgredió contra nuestros Primero

[Padres:

se casó con su tía paterna.

Estaban por venir las aguas;

el Señor Incestuoso oró, cantó, danzó;
ya vinieron las aguas,

sin que el Señor Incestuoso hubiera alcanzado la perfección.

Nadó el Señor Incestuoso,

con la mujer nadó;

en el agua danzaron, oraron y cantaron.

Se inspiraron de fervor religioso;

al cabo de dos meses adquirieron fortaleza.

Obtuvieron la perfección;

crearon una palmera milagrosa con dos hojas;

en sus ramas descansaron para luego dirigirse a su futura

[morada,

para convertirse en inmortales.

El Señor Incestuoso, el señor de la unión nefanda,

él mismo creó para su futura morada de tierra

[indestructible

en el paraíso de los dioses menores.

se convirtió el Señor Incestuoso en nuestro Padre Tapari;

se convirtió en el verdadero padre de los dioses menores.

La nueva tierra

El Creador, Ñamandu Ru Ete, pide a uno de los Verdaderos

Padres de las palabras-almas que cree la nueva tierra para sustituir

a la anterior. Karaí Ru Ete no acepta, porque sabe que los

hombres volverán a trasgredir los preceptos divinos y que los

dioses tendrán nuevamente que destruir la tierra.

Pide entonces el Creador a Jakaira Ru Ete que la cree, y

éste acepta, prometiendo aliviar con su neblina vivificante, con

el tabaco y con la pipa los infortunios de la futura tierra de las

imperfecciones.

Ñamandu Ru Ete, al mensajero

—Bien, irás, mi hijo,

y preguntarás a Karaí Ru Ete

si él está dispuesto a crear

su pequeña morada terrenal.

Karaí Ru Ete, al mensajero

—Yo en ninguna manera estoy dispuesto

a crear algo predestinado a no perdurar;

yo descargaría mi cólera sobre la tierra.

Por consiguiente dile:

“Él no tiene intención

de crear su morada terrenal”.

Ñamandu Ru Ete, al mensajero

—Bien, siendo así,

ve ante Jakaira Ru Ete y dile

si él está dispuesto a crear

su morada terrenal.

Jakaira Ru Ete

—Yo ya estoy dispuesto

a crear mi futura morada terrenal.

Mi tierraza contiene presagios del infortunio

para nuestros hijos hasta la postrer generación:

ello no obstante,

esparciré sobre ella mi neblina vivificante;

las llamas sagradas,

la neblina he de esparcir sobre todos los seres verdaderos

que circularán por los caminos de la imperfección.

Yo crearé el tabaco y la pipa

para que nuestros hijos puedan defenderse.

Yo iluminaré mansamente con mis relámpagos sin trueno

la totalidad de los valles situados entre las selvas.
El poblamiento de la nueva tierra

No fue personalmente Jakaira Ru Ete quien creó la nueva

tierra. Fue encomendada la obra a Pa-pa Mirí, dios que probablemente

sea el mismo Ychapy i, hijo de Jakaira. Antes de terminar de

crear la nueva tierra fue llamado por su madre, y volvió a su lado

sin concluir la obra. Por esta razón existen cordilleras y montes

que no son de utilidad alguna para el hombre.

Para abuela de la nueva tierra

creó el tatu ai (armadillo colorado).

La que dejó para dueña de la nueva tierra

es la anfisbena.

Nuestro padre Pa-pa Mirí creó esta tierra.

Hizo que se entonase en su tierra

el canto sagrado del hombre.

El acompañamiento del canto sagrado del hombre

en la morada terrenal

fue el canto de la mujer.

Antes de haber hecho escuchar

el canto sagrado del hombre

en toda le extensión de esta tierra,

le echó de menos su madre

y le volvió a llamar a su morada.

Antes de haber llenado el ámbito de su morada terrenal

con el canto sagrado del hombre,

antes de haber aislado su morada terrenal

en toda su extensión,

volvió nuestro Padre a su morada.

La manera en que originalmente hubo fuego en la

nueva tierra

Una vez creada la nueva tierra, el Creador mandó a Pa-pa

Mirí que hiciera obrar con su propia sabiduría a los mbyás, “los

que portan el adorno de plumas”. Pa-pa Mirí concibió como primera

obra proporcionar el fuego a los hombres. Ayudado por el

sapo robó el fuego a los buitres, fingiéndose muerto. Como los

buitres no respetaron lo que creían el cadáver de dios, los condenó

Nuestro Padre a alimentarse de carroña y a no llegar jamás

a alcanzar la vida perfecta.

La tierra de Nuestro Primer Padre ya se ha deshecho;

ha surgido ya la nueva tierra.

“Bien, mi hijo, ve a la tierra, tú, mi hijo Pa-pa Mirí.

Tú de tu propia sabiduría conocerás

a los que llevarán la hermosa insignia de la masculinidad.

En cuanto conozcas el adorno de plumas

llevarás mi palabra y la harás obrar en la tierra.

Solamente en virtud de ella sabrás qué hacer en la tierra”

dijo nuestro Primer Padre.

Extendiéndose ya (ante la vista) su tierra,

habiéndola él creado y puesto en su debido lugar,

concibió él la labor a que debiera dedicarse;

qué es lo que debía enseñar a quines llevan el adorno de

[plumas.

Y demás habitantes distintos de la tierra,

divulgándoselos para que lo supiesen.

Habiendo descendido a la tierra,

lo primero en que pensó fue la provisión de fuego.

—El primer trabajo que conoceré es la provisión de fuego

[—dijo.

Por consiguiente, mi mensajero, mi hijo sapo,

yo fingiré estar muerto,

a fin de que los que se levantaren contra mí

practiquen en mí sus malas artes (prácticas vedadas).

Solamente ellos tienen fuego en la tierra;

esto deben tenerlo los mortales

para que nuestros hijos que permanecerán en la tierra

tengan conocimiento de él.

Yo fingiré estar muerto,
a fin de que el fuego de los que se levanten contra mí

sea para nuestros hijos.

Bien, mi hijo sapo, ponte al acecho;

cuando yo me sacuda, esparciré el fuego;

lo tragarás en cantidad.

Habiéndose acostado, extendiéndose,

supo nuestro Primer Padre que su hijo había muerto.

Por consiguiente, al futuro buitre (dijo):

—Bien, ve, mi hijo; veo que mi hijo está muy grave;

por consiguiente, ve y resucita a mi hijo.

Vino el futuro hijo y vio el cadáver; vio que era bien gordo.

Encendió fuego (en dicho lugar) para asarlo

juntamente con sus compañeros.

Trajeron leña, encendieron fuego sobre él;

entonces se sacudió Pa-pa Mirí.

Entonces interrogó a su hijo el sapo.

—No he tragado —dijo.

Volvió a acostarse, extendiéndose y fingiéndose estar

[muerto;

los que se alzaban contra él volvieron a juntarse,

recogieron leña, volvieron a encender fuego;

se sacudió nuevamente nuestro Padre.

Volvió a interrogar a su hijo el sapo.

—Esta vez, efectivamente, he tragado en cantidad… un

[pedacito así.

—Bien, en ese caso, sacúdalo mi hijo para uso de mis hijos.

Para el efecto, arrójalo aquí.

Habiéndolo arrojado:

—Ve a traer madera para dejar en ella el fuego —dijo.

Trajo un gajo de aju’y joá (laurel).

—Bien, ahora arrójalo aquí;

para arrojarlo trae mi flecha con su punta —dijo.

Habiéndolo arrojado,

lo depositó en el aju’y joá, dejándolo allí.

Para compañero de aju’y joá, trajo el bejuco subterráneo;

en él también lo depositó.

En ellos, en ambos, depositó el fuego

para los buenos portadores del adorno de plumas

para que quedase fuego para los habitantes de la tierra.

Después de estas cosas,

volvieron los futuros buitres ante nuestro Padre.

Sabiendo nuestro Padre que habían asado el cuerpo, dijo:

—Id vosotros y convertíos en seres

que no respetaréis la casa grande (cadáver).

Lloraron los buitres;

porque en ninguna manera alcanzarían la vida perfecta,

[lloraron.

Oración matutina al Creador

El mbyá saluda al Creador cada mañana con la siguiente

oración, en la que reconoce que los hombres —“aquellos a los

que la divinidad proveyó de arcos”— permanecen sobre la tierra

en virtud de la voluntad de Ñamandu Ru Ete.

¡Oh, verdadero Padre Ñamandu, el Primero!

En tu tierra el Ñamandu de corazón grande

se yergue simultáneamente con el reflejo de su divina

sabiduría (se refiere el Sol, que está saliendo).

En virtud de haber tú dispuesto

que aquellos a quienes tú proveíste de arcos nos

[irguiésemos,

es que nosotros volvemos a erguirnos.

En virtud de ello, palabras indestructibles

que en ningún tiempo, sin excepción, se debilitarán,

nosotros, unos pocos huérfanos del paraíso,

volvemos a pronunciarlas al levantarnos.

En virtud de ellas, séanos permitido

levantarnos repetidas veces,

¡oh! verdadero Padre Ñamandu, el Primero.

El señor del cuerpo como el sol

Los mbyás no aceptan el conocido mito de los gemelos en

toda su integridad. Para ellos es inconcebible que dentro de su

mitología se encuentren seres divinos mellizos.

Pa’i Rete Kuaray, que en otras mitologías es el mayor de

los gemelos, es el señor del cuerpo resplandeciente como el Sol.

Él mismo crea a su hermano Jachyra, futura Luna, que en otros

grupos es el gemelo menor.

Entre los mbyás existen divergencias en cuanto a la paternidad

de Pa’i Rete Kuaray. Algunos aceptan que su padre es el

Creador mismo, Ñamandu Ru Ete. Otros otorgan la paternidad

a Ñande Ru Ychapy o Pa-pa Mirí, el creador de la nueva tierra. El

texto que se transcribe en seguida acepta que Pa’i es hijo de Pa-pa

Mirí.

Una niña púber vivía en el centro de la tierra, patria original

de los mbyás. Pa-pa Mirí, convertido en lechuza, golpea a la niña

con sus alas y la embaraza. De esta unión nace Pa’i.

Llegan un día él y su madre a la casa de los Seres Primitivos,

personajes que pueden ser la representación de las naciones belicosas

que ocupaban esa región a la llegada de los guaraníes o

simplemente encarnaciones del mal. Matan los Seres Primitivos a

la madre de Pa’i, pero no pueden comerse a éste.

Pa’i crece entre ellos, y crea a su hermano menor. Cierta vez

que ambos hermanos andan de cacería, un loro les revela que

aquellos con quienes viven han sido los devoradores de su madre,

y los hermanos matan a los Seres Primitivos. Escapa una mujer

embarazada que, posteriormente, al nacer su hijo, tiene relaciones

incestuosas con él para poblar la tierra. Pero en castigo

por haber procedido en contra de la madre de Pa’i todos son convertidos

en jaguares.

Pa’i toma los huesos de su madre y, no pudiendo hacerla

reencarnar, los arroja a la selva y los convierte en paca.

El hermano mayor enseña al menor las propiedades de las

frutas de la selva. Llegan posteriormente a donde pesca Charia,

su tradicional enemigo, quien devora al hermano menor, originando

así los eclipses de Luna.

Sigue el poema relatando las aventuras de Pa’i, que explican

las manchas y el arco de la luna, los eclipses de Sol, diversas costumbres

de los animales, etc. El último episodio de la causa de

que los hombres tengan dos almas, la segunda por intromisión

del espíritu de un animal.

La futura madre de nuestro padre Pa’i era niña púber;

armaba lazos para cazar perdices “tataupa”; en uno de ellos

cogió una lechuza.

La ató para su animal doméstico. Luego quiso darle de

comer grillos, pero no los comía; tampoco comía mariposas; sólo

comía costras secas de mbeju (tortas de maíz).

Todas las noches hacía dormir su ave a la cabecera de su

lecho. Ella golpeaba suavemente a su dueña con las alas en la

cabeza, y la niña con esto quedó embarazada.

Al acontecer esto, tomó cuerpo la lechuza: resultó ser

nuestro padre, Pa-pa Mirí. Nuestro Padre sentó precedentes para

nuestra futura conducta.

Producidas estas cosas, quiso abandonar su tierra.

—Vamos a mi morada —dijo a su esposa.

—No quiero ir; será mala tu esposa, la verdadera madre de

tus hijos que está en los paraísos—. Y diciendo esto, se quedó.

—Aunque sea más tarde, llévame mi hijo —dijo.

Se marchó nuestro padre; se quedó la esposa de Pa-pa, la

madre de Pa’i, en la tierra.
Después de estas cosas, siguió las huellas de su esposo, llevando

su hijo en el vientre; a él le preguntó sobre los caminos que

había tomado su padre.

El lugar donde vivió originariamente nuestra abuela se

llama el lugar de las aguas surgentes. Dicho lugar es el centro de

la tierra, el verdadero centro de la tierra de nuestro padre Pa-pa

Mirí.

Yérguese en dicho lugar una palmera milagrosa. Cuando la

palmera milagrosa floreció por primera vez, fue el ave piri’yriki

la que originariamente libó sus flores.

Hasta el presente las numerosas huellas de nuestra abuela

han de conservarse intactas en su totalidad; ninguna de ellas ha

de desaparecer, hasta el presente.

Y esto mediante, en verdad, si nos amamos con verdadero

amor y si pronunciamos sinceras plegarias, hemos de volver a

estas cosas.

Vio Pa’i una flor de lirio. Al verla dijo:

—Coge aquella flor para jugar yo con ella cuando lleguemos

a las afueras de la casa de mi padre.

Luego volvió a ver otra.

—Vuelve a coger aquella para jugar yo con ella cuando lleguemos

a las afueras del paraíso de Pa-pa.

Volviendo a coger aquélla, picó a su madre un abejorro,

enojándose su madre por ello, y dijo:

—Solamente después de estar entre la gente debemos pedir

juguetes, queremos jugar.

Preguntó la mujer acerca del camino que había seguido su

padre, pero no le contestó. Por ello, siguió el mejor de los caminos

llegando, por consiguiente, a la casa de los Seres Primitivos.

En dicho lugar, así habló la abuela de los Seres Primitivos:

—Vuelve sobre tus pasos, mi hija, que los chicos son seres

perversos.

Pero, a pesar de haber dicho esto, no volvió. Entonces la

abuela la cubrió con una olla grande. En seguida sus nietos llegaron

de la selva y exclamaron, dicen:

—¡Uh, mi abuela ha cazado!

En vista de esto dijo la abuela:

—¿Cómo queréis que yo haya cazado, ¡ay de mí!, si vosotros

que anduvisteis recorriendo la selva no cazasteis?

Entonces vino llegando un hermano menor que tenía mejor

olfato. Alzó el borde de la olla y halló que debajo, efectivamente,

estaba la madre de nuestro padre Pa’i.

La mató en el acto y, al destriparla, halló que estaba embarazada.

Por esto dijo a su abuela:

—Ásalo en este cazo, y lo comeré —dijo.

Queriendo asarlo, el asador no pudo penetrar en él; por consiguiente

dijo:

—Lo comeré asado sobre las brasas.

Nuevamente no pudieron asarlo; no tuvieron poder para

asarlo; por consiguiente:

—Llévalo al mortero y rómpele los huesos.

Nuevamente le fue imposible romperle los huesos. Dijo:

—Llévalo al sol para que se seque y me sirva de animalito

doméstico.

En cuanto se hubo secado, buscó un arco.

—Ponle cuerda a mi arco —dijo la abuela de los Mba’e Ypy

(seres primitivos).

Le puso cuerda. Flechó (con él) mariposas, trayéndolas en

grandes cantidades a su abuela. Más tarde, habiendo crecido y

adquirido entendimiento, buscó pájaros para su abuela, matándolos

en grandes cantidades.

Después de esto hizo a quien le serviría de compañero, de

hermano menor. Él mismo, de su propia divinidad, creó de una

hoja de kurupika’y a futura Luna.

Habiendo (ellos) adquirido destreza en la selva, su abuela les

dijo:

—A aquel monte azul no debéis ir.

Pero siendo ya más activo su hermano:
—¿Por qué será que nuestra abuela no nos quiere mandar a

aquel monte azul?

En respuesta dijo (futura Luna):

—Si quieres, vamos.

—Vamos a pesar de todo, dijo Pa’i.

Dicho esto, se fueron al monte, el uno al lado del otro.

Mataron muchos pajaritos. Entonces el hermano menor encontró

un loro. Disparó una flecha sin decir nada a su hermano mayor.

Erró y el loro habló.

—Al errar el loro, he aquí que ha hablado —dijo a su hermano

mayor.

En vista de ello, se acercó su hermano.

—Vuelve a tirar —dijo.

Habiendo vuelto a errar, dijo el loro:

—A quienes devoraron a vuestra madre sustentáis —dijo.

Al escucharle, nuestro padre Pa’i se apoyó en su arco y lloró.

Libertó a los numerosos pájaros que habían cazado e hizo chupar

a su hermano el lazo de guembepi con que habían estado atados,

creando de él un ave jayru. Volvieron con las manos vacías, sin

llevar nada a su abuela.

A raíz de estas cosas supo nuestro padre Pa’i que eran los

Mba’e Ypy los que habían devorado a su madre; hizo una trampa.

Vino un hermano mayor.

—¿Qué haces? —dijo.

—Hago una trampa grande (para tigres) —dijo.

—Pues en ésta, verdaderamente yo no moriría —dijo el

Mba’e Ypy.

—Entra pues en él, a ver —dijo.

Entró y murió. Fue en esta manera que exterminó a los que

habían devorado a su madre, que aniquiló a los machos.

Fue después de esto que nuestro padre Pa’i hizo el árbol

frutal de los Mba’e Ypy para, fingiendo querer convidar con

la fruta a las Mba’e Ypy, engañar a las que habían devorado a

su madre. Trajo a su abuela algunas frutas caídas del árbol.

Queriendo vehementemente su abuela comer más, dijo:

—Vamos junto al árbol frutal para comer a gusto.

Por consiguiente, nuestro padre Pa’i hizo un río y colocó

(sobre él) un puente; echó al agua cortezas de árboles, creando de

ellas moradores del agua: serpientes, lobos chicos, lobos grandes,

boas constrictoras, los que devorarían a las Mba’e Ypy, a las

mujeres.

Hizo que Luna cruzase el río para sujetar la extremidad del

puente.

—Cuando todas estén sobre el medio del río, dale vueltas

(al tronco); en cuanto estén (en el medio), yo arrugaré la nariz;

entonces tú le darás vuelta —dijo a su hermano.

Luego, y antes de hallarse todas sobre el centro de la

corriente, de puro gozo hizo nuestro padre Pa’i un gesto semejante

al que hace quien frunce la nariz. Su hermano dio vueltas al

puente antes de tiempo, pudiendo dar un salto a Mba’e Ypy preñada,

irguiéndose ya a salvo sobre la barranca del río. En vista de

ello, dijo nuestro padre Pa’i:

—Ser horroroso, ¡súmete en sueño y despierta! Ser que

tomas horrorosos los ríos y las costas de los ríos, ¡súmete en

sueño y despierta! Y he aquí que su hijo fue macho, dicen: por

consiguiente fornicó con su madre y procreó, extendiéndose (su

prole) por toda la tierra.

Por haberse enfurecido grandemente nuestro padre Pa’i al

ver a la que había devorado a su madre erguirse en la barranca

precipitosa del río y ponerse a salvo, fue por eso que la convirtió

en el ser que torna inhóspitas las costas de los ríos. De ni haber

procedido así, no habría jaguares.

Después de lo acontecido, y habiendo divulgado lo de la

fruta dulce a fin de engañar a las Mba’e Ypy, no la dejó para que

la comiesen los jeguakáva: dejó en la tierra su simple imagen,

convertida en la “comida de las iguanas” (Eugenia myrcianthes).

Acontecidas estas cosas, recogió los huesos de su madre y

dijo a su hermano:

—Ve y espanta una perdiz.

Fue y espantó una perdiz y al hacer esto, dijo la madre de

Pa’i:
—¡Escucha, el chico espanta perdices!

Y él (Jachy) dijo:

—¡Ay mamita! ¡Ay mamita!, he intentado mamar.

Volvieron a caerse los huesos de su madre.

En vista de ello, dijo:

—Ve ahora más lejos y espanta una perdiz.

Entonces dijo nuevamente su madre:

—¡Escucha, el chico espanta perdices!

Dijo nuevamente su hermano,

—¡Ay mamita, ay mamita!

Intentó nuevamente mamar; nuevamente se descompuso (el

cuerpo reconstruido).

Entonces, en vista de la imposibilidad de reconstruir los

huesos de su madre, los arrojó por la selva.

—Semejante a madre, ¡súmete en sueño y vuelve a la vida!

Dijo, convirtiéndola en jaicha, en comadreja moteada

(paca). Por esto, hasta el presente, cuando una paca cae en una

trampa, el Sol no sale pronto, por remordimiento.

Pa’i Rete Kuaray y Jachyrá partieron siguiendo las costas del

río, uno en cada orilla. Luna encontró una guavira.

—¿Qué fruta es ésta? —dijo.

—¿Qué forma tiene la fruta? —dijo el Sol.

—Tiene fruta colorada con un corral en la extremidad.

—En ese caso son guaviras; no las comas; te darán lombrices.

Las guaviras maduras deben fumigarse para comerse.

Luego encontró frutas de pindo.

—¿Qué frutas son? —dijo—. Tiene frutos colorados y

además duros.

—Pues son frutas de pindo; muérdelas.

Iba comiendo y llegó donde había guaviju.

—Hermano, ¿qué fruta es ésta?

—Son guaviju, pues; no las comas; hay que fumigarlas antes

de comer.

De allí siguieron por las costas del río, llegó Luna adonde

había aguaí. Al llegar dijo a su hermano mayor:

—¿Qué fruta es ésta?

—¿Qué forma tiene la fruta? —dijo.

—Tiene fruta larga y es amarilla.

—Pues es aguaí —dijo. Enciende fuego ásalas; no las comas

crudas. De las que comas recoge las pepitas y ponlas en el fuego y

apriétalas con tu arco.

Entonces puso las pepitas de aguaí en el fuego y las apretó

con su arco. Se levantó, irguiéndose del lado del fuego. Las

pepitas de aguaí que había puesto en el fuego estallaron. Él se

asustó grandemente y, dando un salto, cayó donde estaba su hermano

mayor (en la otra orilla).

Llegaron a donde Charia pescaba. Kuaray penetró debajo

del agua y tiró del anzuelo. Charia erró el pez. Tres veces Kuaray

hizo así y tres veces también Charia cayó, yendo de espaldas.

Ahora yo —dijo Luna.

Luego Luna penetró debajo del agua; zambulléndose se fue.

Tiró del anzuelo y lo sacó Charia y lo golpeó por la cabeza con un

palo.

Llevó el pescado a su mujer. Al cocinarse, fue llegando el Sol

al lugar.

—¿Vas a comer pescado? —dijo Charia.

—No voy a comer —dijo Sol—. Dejadme solamente un

poco de polenta. No arrojéis los huesos, para que los pueda

recoger.

Habiendo recogido los huesos, se los llevó y rehizo a su

hermano menor e hizo que volviese a encarnar el alma; con el

mbaipy le proveyó de sesos.

Es solamente debido al hecho de haberle Charia devorado

que hasta el presente la Luna desaparece; sólo por haberle su hermano

mayor resucitado es que hasta ahora vuelve a nacer Luna

nueva.

En la misma forma, cuando la Luna se eclipsa, Charia está

por devorarla: la Luna se eclipsa en su propia sangre.

Luna se introducía subrepticiamente en la habitación de su

tía paterna (con intención de fornicar).
Queriendo saber quien era el que se introducía junto a ella,

embadurnó sus dedos con resina y de noche, mientras a tientas la

buscaba, le embadurnó a Luna el rostro.

Al día siguiente Luna fue a lavarse la cara a fin de quitarse la

resina. No salió, no salió del todo; sólo se le ensució más la cara.

Para que hasta el presente lleve la cara manchada acontecieron

estas cosas, sentando en esta forma, efectivamente, precedentes

para nuestra conducta.

Dijo el Sol a su hermano menor:

—Hiere en el centro del cielo con tu flecha.

Disparó una flecha y lo hirió.

—Clava una flecha en la muesca de la primera.

Efectivamente, clavó flecha en la muesca. En esta manera

iban llegando las flechas hasta la tierra.

—Pues ahora sube por las flechas —dijo.

Subió Luna, efectivamente, y Kuaray extrajo su flecha; entró

en el agujero y entró en el cielo.

En cuanto a su arco, permanece hasta el presente, el arco

milagroso que llamamos Arco de Luna, para que lo usemos para

nuestros arcos.

Entonces Luna hizo que lloviera; hasta el presente, para quitarse

las manchas que le puso su tía; Luna hace llover; así es que

la Luna nueva se lava la cara hasta el presente.

Encontró Charia coatíes y mató (uno). Después subió

Kuaray a una guavira; estando allí le tiró Charia con arco; Sol

fingió estar muerto y cagó. El excremento lo envolvió Charia

con hojas de lirio; puso el cadáver en canasto junto con el excremento,

debajo de los coatíes. Fue Charia y bajó el canasto lejos

(del agua). Se escapó Sol, poniendo una piedra en su lugar. Se fue

Charia y llegó a su casa; miraban sus hijas.

—Pues aquí está Ñakarachichá, os digo; también su excremento

—dijo.

Sacaron sus hijas los coatíes.

—Este es un coatí huérfano —dijeron.

Cuando lo que quisieron decir, efectivamente, fue: es verdaderamente

un coatí.

—Y esto es… ¡una piedra! —dijeron.

Encontraron la piedra debajo de los coatíes.

Subió Charia por un árbol frutal.

—¿Qué fruta es ésta? —dijo.

—Es el añangapiry —dijo Kuaray.

—¡Ay! Nuestro Padre me hace fluir agua de la piel —dijo

Charia.

Y vino cayendo al suelo.

Encontró Ñande Ru un cedro cargado de cápsulas.

—Coatí, ¡transfórmate! —dijo.

Ya existieron coatíes, que se alejaron corriendo. Por haber

sido así es que hasta ahora suben los coatíes y poco después se

arrojan todos al suelo.

Nuestro padre Pa’i ya tenía hijos. Hizo que su hijito se lavase

los pies cuando quería pescado; haciendo esto morían todos los

peces y él los recogía y comía. Luego vino Charia.

—Préstame tu hijo —dijo—; yo también quiero comer pescado.

Lo llevó por el bosque y lo golpeó por la cabeza, y arrastrándolo

lo llevó al río. Como se golpea el timbo lo golpeó; imitando

lo que haría posteriormente con el timbo, así hizo; y mató al hijito

de nuestro padre.

Se encolerizó nuestro padre Pa’i; lucharon; se derribaron el

uno al otro. No pudo vencerlo Charia y Sol volvió a levantarse.

Resultado de esto son hasta ahora los eclipses del Sol.

Después de esto hizo nuestro padre Pa’i para su hija un

canasto. La dio a Charia y él la llevó y fornicó con ella por el

camino, destrozándose el pene. Castigó por eso Charia a la

mujer, y sin más volvió a convertirse en canasto.

El jaguar encontró el arco de nuestro padre Pa’i por el

camino. Lo manoseó, y el arco le pegó por la cara. De él (el arco)
surgió la ñandyta (Genipa americana). Hasta el presente cuando

dormimos en despoblado nos desviamos del camino hasta

(encontrar) un ñandyta; de él retrocede el jaguar. Si a la trampa le

colocamos los costados de madera de ñandyta, el jaguar no se le

acerca. Después de estas cosas hizo nuestro padre Pa’i un adorno

de pluma para la cabeza. Con fuego lo hizo; lo dio a Charia.

Yendo él por la pradera olió quemazón: ardía el adorno que llevaba

en la cabeza. Penetró en un pantano y salió: todavía ardía.

De allí corrió y encontró un río; no se apagó; de allí salió y corrió

por el campo, incinerándose.

Cuando se hubo apagado, Ñande Ru Pa’i sopló sobre las

cenizas convirtiéndolas en “mbariqui”, jejenes, moscas chupadoras

y tábanos.

Reventó el intestino de Charia. “Chororó ro ro”, dijo. Voló

un pedazo de su intestino y cayó en la maleza, convirtiéndose en

la perdiz “tataupa”, dueña del fuego.

El alma de Charia la convirtió nuestro verdadero padre de

los Tupá Rekoé (agentes de destrucción).

Una hija de nuestro padre Pa’i quiso mirar.

—No mires —dijo Ñande Ru.

Miró, sin embargo, y en consecuencia murió. Ella fue la primera

a quien derribó el mbogua (alma de origen telúrico).

La enterró; sentando precedentes para nuestra futura conducta

no la resucitó.

Pa’i y el loro del discreto hablar

Pa'i, al ascender al paraíso, llevó al Loro del Discreto

Hablar, que quedó en el país de los kurutués, seres inmortales

que ocupan la última etapa de la peregrinación hacia Yvy Mará

Ey. El Loro es quien decide si los que llegan hasta su país son

merecedores de entrar al paraíso.

Al irse nuestro Padre Pa’i, llevó consigo al Loro del Discreto

Hablar, dejándole encargada la extremidad de la maroma en

los orígenes del Gran Mar, allende el país de los Kurutué. A él le

hemos de hallar todos los que somos verdaderamente humildes, y

nos divulgará por dónde nuestro Padre cruzó el Gran Mar.

Si no lo hubiera llevado consigo, habría divulgado la sabiduría

a los jeguakáva, así como a nuestro Padre la divulgó.

El otorgamiento del nombre sagrado

La madre lleva a su hijo ante el que da nombre a las criaturas.

Éste se comunica con los dioses. Enciende la pipa; sopla

el humo sobre la coronilla del niño y comunica a la madre el

patronímico sagrado que le corresponde. En este caso se presenta

como ejemplo el canto dirigido a un niño que se investigó provenía

de la región de Tupá Ru Ete, dios de la lluvia, del trueno y

del rayo. Sus tres hermanos transfieren a este dios la oportunidad

de enviar una palabra-alma de las que moran con él, de sus hijos,

los Tupá Aguyjeí y los Tupá Rekoé.

La madre presenta al hijo:

Mi hijo ya está entre la gente: lo traigo porque quiero escuchar

su nombre.

El que llama o da nombre a las criaturas responde:

Hemos de escuchar su nombre.
Después de haber investigado y echado el humo sobre la

coronilla del niño, dice el que da nombre a las criaturas:

Para nacer esta criatura, Ñamandu Ru Ete, Jakaira Ru Ete,

Karaí Ru Ete discurrieron sobre la morada terrenal con aquellos

a quienes habían provisto de palabra.

Hicieron que escudriñasen las almas, buscando a quienes

les servirían de madres, de padres.

Entonces Ñamandu Ru Ete, Karaí Ru Ete y Jakaira Ru Ete

(dijeron):

—Yo a mis hijos no he de volver a hacer que sean enviados;

no he de volver a proveerles de asiento (hacer que se encarnen).

—Por consiguiente, a Tapá Ru Ete lo transfiero, para que

él de entre aquellos con quienes conversa (a quienes inspira), de

entre aquellos a quienes da asiento (hace que encarnen), discurra

acerca de la morada terrenal.

En virtud de esto, Tupá Ru Ete, de entre la multitud de aquellos

con quienes él conversa en el interior de su paraíso, a los Tupá

Aguyjeí y los Tupá Rekoé les permitirá que se diviertan en medio

de las innumerables cosas nefastas; hará que mediante ellos, en

verdad, exista grandeza de corazón.

Aun entre los innumerables seres que él condenó, maldiciéndolos,

se erguirá, creciendo erguido para su madre, su padre, esta

criatura en quien él hizo que se encarnara un alma creada por él.


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